domingo, febrero 04, 2007

MORELIA
¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?
¿Y las boletas?

Heriberto Cortés Vélez/Cambio de Michoacán


Jueves 29 de Junio de 2006Soñemos: El próximo domingo (como usted bien sabe) se realizarán las elecciones federales del entrante sexenio, en las que habremos de elegir entre los tres candidatos que usted ya conoce, aunque también hay otros, pero esos ni a los discursos le hacen. La mecánica electoral (que usted bien conoce), consiste en ir a la casilla que le corresponda, llevar su credencial con fotografía (para la que seguramente «se peinó»), exigir su derecho constitucional y marcar unos papelitos con una crucecita, meterlos en las urnas y luego: sólo la esperanza. Así son las elecciones en México (y en gran parte del mundo), así de tristes, así de sobrias, así de inútiles. Llegados al presente siglo, a la era de la tecnología, de la internet, los satélites, los celulares, las reproducción in vitro y la clonación, nuestras esperanzas de cambio, de crecimiento económico, de democracia, todas las esperanzas, se van de nuestras manos cifradas en un papelito, en una boleta electoral. Estas hojitas, sin embargo, son especiales, tienen sus sellos oficiales, están hechas en un papel único y tienen un montón de claves secretas y mecanismos que (en teoría, no lo sabemos como cierto) evitan su falsificación; estas hojitas, además, muestran los emblemas de los partidos políticos por los que se votará. Imagínese: Los mexicanos nos despertaremos el dos de julio, domingo para acabarla, iremos a las urnas y pondremos toda nuestra fe, nuestra esperanza, nuestros sueños en un papelito, tacharemos un dibujito del partido (o alianza, que ahora están muy de moda) al que pertenezca nuestro candidato, nuestro gallo. Imagínese nada más; estos papelitos los cuentan los funcionarios de casillas, luego se las lleva el IFE (o vaya usted a saber quién) y los resultados nos los dan por la tele, con encuestas de salida y conteos rápidos, con estadísticas y quién sabe cuántos más revoltijos. Imagínese. Recuerda usted aquel refrán que dice: «Piensa mal y acertarás», pues pensemos mal. Pensemos que hay una falsificación de boletas, que las urnas venían rellenas desde antes, que los funcionarios de casilla estaban comprados, que al darnos los resultados metieron (accidentalmente) un dígito de más. Pensemos que les salió mal una suma, que se les cayó el sistema (como suele ocurrir), que las boletas se incendiaron o se mojaron o se perdieron o las robaron o las cambiaron o las vendieron o lo que sea… Pensemos que, simplemente, las cuentas no salieron y los resultados sí… Quizá estos sean trucos muy antiguos con los que se eligieron a los primeros presidentes del país, quizá en nuestros tiempos esto no pase de verdad, pero ¿a usted le consta que no ocurre? A mí no, yo nunca he visto nada. ¡Qué exageradamente iluso es el pueblo mexicano! De veras que sí, caray, pensar que confiamos en que estas boletitas se cuentan todas juntas, que todas se almacenan en un lugar, con acceso a quien quiera consultarlas, que las contaron bien (y luego que somos tan poquitos mexicanos), de veras, qué ilusos somos. ¿Acaso a nadie se le ha ocurrido diseñar un sistema más innovador para las elecciones? ¿Será que todo el dinero (millones y millones de pesos) se lo gastan en propaganda? ¿Cómo le garantiza el IFE a usted que la elección será transparente, si finalmente el voto es libre y secreto? Llegados a la era de la tecnología ¿Por qué no les ponen un chip a las boletas, con radio localizadores satelitales? ¿Por qué a las urnas no les ponen de menos un candadito, una cadenita? ¿Por qué los mexicanos confiamos tanto si ya nos la han hecho tantas veces? Y es que la burra no era arisca, la hicieron. ¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano? Sería más legal que votáramos levantando la mano, como en la primaria, más barato y más honesto, sería más transparente si los votos fueran firmados, con nombre y domicilio, hasta con una videograbación del votante, así podríamos confirmar que los resultados sí son verdaderos. Porque de todas maneras, ¿de qué nos sirve que el voto sea secreto si ya está bien comprado? ¿Para qué tanto secretismo, usted tiene algo que ocultar respecto a tal o cual candidato? Esto del secreto es un valor democrático que en el México actual no ayuda mucho, sino todo lo contrario, finalmente no nos hemos dado a conocer por nuestra honestidad. ¿Quién le asegura a usted que su voto sí contó? ¿Quién le puede jurar que no hicieron «chapuza»? Y aunque juraran, ¿les cree? Si no les cree ¿para qué ir a votar? De plano, bien confianzudos que somos, ilusos los mexicanos, dejamos nuestras hojitas de la esperanza en manos de quién sabe quién, que se vayan, como metidas en una botella que flota en algún río, como si las aventáramos al viento. Sería bueno que todos, en caravana nacional, acompañáramos nuestras urnas hasta el lugar aquel, allá donde dicen que las cuentan todas antes de decidir quién nos gobernará y ahí, en una larga fila, todos los mexicanos contáramos boleta por boleta, todas firmadas y con su videograbación, hasta que a los cien millones de mexicanos nos dieran las mismas cuentas. Pero no, ¡confiadotes los mexicanos! Así que mientras no haya caravana presidencial, conteo totalitario y transparencia absoluta, nuestro derecho de la duda es la máxima esperanza con que contamos, que enraizamos, de menos para tener de qué quejarnos después. Por eso nosotros, los escépticos esperanzadores, nosotros: seguiremos soñando…

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